Maya.

Anoche se murió la gata Maya. No hay mucho que decir a este respecto. La pena inunda a toda la familia, felinos y humanos caen caemos en un trance donde la pena se vuelve y se vuelve estupidizante. Paro respiratorio, dicen. Tenía una infección que se le propago por todo el cuerpo sin que nadie lo notara hasta que fue muy tarde. Pico, supongo que es para mejor, como se dice en estos casos.
Mientras la miraba, recubierta de un pañuelo oscuro con diseños de rosas, que solo dejaba ver su cabeza negra, porque el resto del cuerpo estaba abierto (en un último intento del médico por hacer más largo el sufrimiento o salvarla, que se yo.), la miraba digo a sus ojos abiertos pero perdidos, que apuntaban otra dirección. Esa dirección y esa fragilidad del cuerpo, que de un momento a otro hacen pensar lo simple que es morir, abaratando todos los pesares del cotidiano, y valorizando con todo la vida misma. La wea es instantánea: sin muerte no hay vida y la vida está dentro de nosotros. El cuerpo, que está lleno de organismos en función uno del otro, dependientes de llevar a cabo la gran tarea, cada uno determinando su territorio y posibilidades de acción, como oxigeno o sangre o cualquier partícula fundamental, entre venas, órganos y cavidades, acarreando información de un lugar a otro, construyendo edificios de códigos genéticos para llenarlos de archivos que describen el proceso por el que ha pasado este cuerpo, ministerios internos. Pequeños átomos, trabajadores acarreando el mensaje de la cansada muerte de la gata Maya, el fin del planeta que dio sustento a todos. Ese cuerpo negro, inmóvil en apariencia, por dentro es un mar de líquidos y fluidos, que está lleno de vida aún ahora, descomponiéndose mejor recomponiéndose, disipando el ciclo particular y falsamente individual del que todos creemos formar parte. Todo en Maya esta sucediendo ahora, mientras la miro y la dejo de mirar, su olor de todos modos está en todo el aire que circula en esta pieza, lo respiro y me doy cuenta que entra en mi y llega hasta los pulmones dando la vuelta y entrando al mecanismo de bombeo de oxigeno de mi cuerpo. En este momento estoy lleno de ti, Maya. Tu muerte son glóbulos que viajan dentro de nosotros. La muerte nos ha inundado de forma física, lejos de la cursilería que un ajeno pueda pensar. Estamos al tanto de tu vida Maya, y de la muerte de tu hermana hace dos meses. También la tuvimos en nuestro sistema intravenoso, llegando a todos los rincones de nuestros cuerpos, pasando por encima de nuestros derechos y de esa ridiculez del metro cuadrado. Ya no siento que esto sea frágil, nosotros estamos tan cerca de la muerte porque somos la muerte, constantemente. El proceso de la muerte está en nosotros desde el momento de nacer,que es cuando nos empezamos a descomponer, lentamente hasta la vejez. Cada vez que salgo de casa estoy solamente volviendo a ella. Lenta muerte bella que se desarrolla en nuestra vida.
Pico, para leer de la muerte, mejor es visitar a los grandes, en vez de esto que no tiene sentido ni apunta verdaderamente a nada, no hay mucho que decir a este respecto, más que aún no creo, mientras miro este cuerpo negro tan vivo, que no se vaya a levantar.

La bandera de Antonia.








Hace unos días mi polola, Antonia, en conjunto con una tripulación de amigos para ayudar, se dispusieron a izar esta bandera naranja, en Providencia. Me encanta, no sólo ella, sino el arte que hace Ant, muy lleno de vida en la obsesion por su color naranjo.
Pienso mucho en todo lo que se necesitó para dejar esta bandera arriba flameando, tantas burocracias que no tienen nada que ver con lo fundamental de este proyecto.
Pienso en la bandera, me parece un objeto contradictorio, ya que su única forma de existir y nombrarse en libertad es estando atada. Atada es libre. Con alguien conversé esto alguna vez, hace mucho tiempo. La bandera, si no es atada a la cuerda facilmente se extingue: o se vuela y se pierde o se queda en el suelo como un estropajo. Pero atada, la bandera despierta y se contornea, flamea como la gente bien dice, y más esta que es tan encendida, en todas direcciones y angulos, enredándose y desenredándose en un juego infinito que tiene con ese poste y con el viento. Tanto que realmente parece un ser vivo. Pienso en que chanta es decir eso, "parece un ser vivo", la wea cliché. Pero no tengo otra forma más precisa de describirlo; Esto está vivo o lleno de vida y me sorprende porque como antes, deja de ser bandera para ahora convertirse en algo totalmente distinto, un especímen único que no existía y que se nos mueve incontroladamente en la cara sin que podamos hacer nada al respecto, mas que mirar, o dejar de mirarla.
La bandera corrobora la idea esa del rio de la vida, que algun barbudo dijo por ahi. Me he dado cuenta sacandole fotos y tratando de que la proxima foto salga similar a la anterior, esperando que la bandera adopte la misma posición en algun momento. La bandera fluye todo el rato y por eso nunca en sus combinaciones podra adoptar la misma forma, ondulación, etc que tuvo. Las posibilidades de la bandera, estando atada a ese poste, son infinitas.



De todos modos, nada de todo lo escrito se acerca a la experiencia de verla en vivo (primera bandera que veo en mi vida que me gusta). Solo estará una semana. Vayan a verla flamear.

Don Teo.









Este es mi abuelo, su nombre es Teófilo y murió antes que yo naciera. Esta es una de las pocas fotos que tengo de él. Lo más curioso es que esta foto me la pasó mi polola. Don Teófilo era amigo de su tía abuela.